VENCER AL EGO PARA VIVIR Y ENSEÑAR CON AMOR

Escrito por Jorge Sotomayor

10/02/2025

Sección: Lo que se cuenta

El ego, en una u otra medida, estará presente a lo largo de nuestra vida, por ello es importante conocer algunas claves para vencerlo y dar buen ejemplo a los hijos

 

El mayor obstáculo no está fuera de nosotros, sino dentro. Ese huésped incómodo que se alimenta de comparaciones, de orgullo y de apariencias: el ego. Mientras no aprendamos a ponerlo en su justo lugar, el amor se contaminará, la vida se enrarecerá y las relaciones se volverán frágiles. 

El conflicto con el ego

El ego nos susurra que somos el centro, que necesitamos demostrar, que valemos solo si los demás nos aplauden. Y cuando los padres caen prisioneros de ese tirano interior, inevitablemente transmiten a sus hijos un aire envenenado que sofoca el alma.

Por eso, la tarea educativa más profunda no es solo formar inteligencia o disciplina, sino enseñar —con el testimonio— cómo vencer al ego. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan.

Si nos miran atrapados en la soberbia, creerán que ese es el modo de vivir. Si nos ven esclavos de la apariencia, pensarán que la vida consiste en ser reconocidos. Pero si elegimos servir, entonces aprenderán el arte de la verdadera grandeza.

 

CIAŁO

Cómo dominar al ego

Vencer al ego no significa anularnos, sino trascendernos. Es reconocernos con dignidad, pero sin pedestal. Es saber que nuestra vida tiene sentido más allá de la vanidad. Como afirmaba Viktor Frankl:

«Cuanto más se olvida uno de sí mismo, entregándose a una causa o a una persona a la que amas, tanto más humano se vuelve y tanto más se realiza». 

El ego quiere inflar el yo como un globo frágil; la humildad lo transforma en fuente que sacia a los demás. En la familia, el ego suele disfrazarse de autoridad mal entendida: gritos, exigencias desmedidas, comparaciones hirientes.

Padres que creen que educar es imponer su propio molde, olvidando que cada hijo es único. Y aunque esas actitudes se justifican con frases como «es por su bien», en realidad es el ego quien habla. El bien auténtico no aplasta: eleva. No humilla: anima. No reprime: libera.

Formar correctamente a los hijos

San Juan Bosco lo sabía bien y por eso advertía: «No basta amar a los jóvenes, es necesario que ellos se den cuenta de que son amados». El ego nos hace buscar obediencia ciega; la humildad nos enseña a conquistar el corazón. 

Cuando los hijos perciben que su valor no depende de cumplir con las expectativas paternas, sino de ser amados incondicionalmente, entonces aprenden a vivir sin máscaras.

El ego es como una sombra: nunca desaparece del todo, pero puede ponerse detrás de nosotros si caminamos hacia la luz. Y esa luz es el amor. Amar significa olvidarse de sí mismo sin dejar de cuidarse. 

Significa tener la jarra siempre llena, pero no para lucirla, sino para compartir su agua con quien tiene sed. Los hijos necesitan ver que sus padres beben de esa jarra, no para embriagarse de orgullo, sino para saciar con alegría a los demás.

 

Vencer con inteligencia y humildad

 

minimalismo católico

 

Vencer al ego es también un acto de inteligencia espiritual. Implica reconocer que no somos omnipotentes, que necesitamos de Dios y de los otros. El ego grita «yo primero», la humildad responde «todos juntos».

El ego busca tener, la humildad busca ser. El ego quiere brillar, la humildad quiere iluminar. Y eso los hijos lo aprenden a través de pequeños gestos cotidianos: la paciencia en el tráfico, el respeto a quien piensa distinto, la generosidad en lo escondido y no haciéndole daño a nadie.

Al final, no se trata de borrar el yo, sino de purificarlo, de hacerlo transparente a la luz de Dios. Solo así la familia se convierte en escuela de humildad y servicio. Y cuando los hijos ven en sus padres ese combate cotidiano —ese arte de poner el ego en su sitio—, entonces aprenden que la verdadera victoria no es dominar a los demás, sino vencerse a sí mismos.

 

 


Fuente: ALETEIA

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